Llegamos a la semana cuatro, casi un mes de vida. Digamos que no es que hayamos resuelto todo, pero creo que tu padre y tu madre te entendemos un poquito más. De ser un completo misterio, ahora vemos cómo te vas expresando de a pocos.
Cielo de Cusco. Foto por Nathan Gibbs. Algunos derechos reservados.
Algunas ideas sueltas de esta semana.
1. Es increíble ver cómo te quedas pegada a las conversaciones y sigues con tu mirada las voces. Veo también cómo mueves la boca (¡diferencio ya cuando lo haces por hambre!) como tratando de imitar. Me causa gracia y asombro tu gutural «argh!», primera forma de comunicarte distinta al llanto inicial. El habla es lo que nos define, mucho más que el uso de herramientas (que aparece en otras especies). Es un tema que se encuentra además en nuestros genes, en ese software preinstalado que todos tenemos en mayor o menor medida. Ver cómo quieres aprender a hablar es estar frente a millones de años de evolución.
Hay un componente cultural en el lenguaje. Pero también uno que es parte de nuestro ADN.
2. Los hipos son el peor enemigo del hombre. En serio. Trabajaste mucho para que tu hija se durmiera, pero cuando estás a punto de ponerla en la cuna, aparece el «hic!» del mal. Frustración y desconsuelo. Otras tres horas más.
3. El Tri Vi Sol. Eran unas vitaminas que seguramente los padres de todos nos dieron de pequeños. Y, preguntando, parece que nosotros teníamos cólicos a cada rato, y que era normal. El médico nos lo recomendó y lo probamos. Inmediatamente tu humor cambió. Y los cólicos aumentaron. Revisando en foros, muchos otros padres pasaron por lo mismo. Decidimos cortarlo. Todo regresó a la normalidad.
Impresionante, cómo pasan los días que al comienzo parecían larguísimos y ahora ya es un mes de vida.
E impresionante cómo uno no deja de sorprenderse al ver un poco de polvo estelar mover los brazos y tratar de expresarse.
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