Uno de las preocupaciones recurrentes en el campo donde trabajo, esto es tecnologías de información y comunicación (TIC) para el desarrollo (actualmente, enfocado en la educación) es como promover su uso y apropiación entre distintos tipos de actores, pero al mismo tiempo no caer en el sentido común del solucionismo tecnológico (para más INRI sobre el solucionismo, pueden leer el libro To Save Everything, Click Here de Evgeny Morozov).
Zombie Media Workshop at transmediale11: Circuit Bending as Media Archaeology. Foto por GARNET. Algunos derechos reservados.
Todo un dilema, en tanto uno es un entusiasta, no solo adoptador y adaptador de TIC, sino también alguien, en mi caso, que está tan interesado en ver por qué alguien podría verse impulsado a usar tal o cual herramienta, pero también en por qué alguien la rechazaría. Y, claro, en muchos casos, la idea varias veces termina proponiendo líneas para ver cómo las TIC pueden adoptarse y adaptarse.
Hagamos aquí un paréntesis. Entiendo por cultura hacker a un conjunto de valores y conducta, vinculado al desarrollo de las TIC. Tiene que ver con ética basada en la voluntad para encontrar soluciones a distintos problemas cotidianos, por el placer de hacerlo, reciba o no una retribución económica por ello, distinta a la ética protestante (donde el valor tiempo y el valor dinero marcan la voluntad de los actores). Aunque no se circunscribe a lo tecnológico (y en teoría, podría hablarse incluso de un hackerismo análogo, vinculado al bricolage y a la ética del reciclaje), es cierto que su base está en las TIC.
En ese sentido, es posible que ya dentro de la ética hacker o del hackerismo exista cierta disposición a encontrar soluciones tecnológicas a problemas de mayor alcance o impacto, por ejemplo, el tráfico vehicular de una ciudad o incluso la vigilancia ciudadana (accountability). Si a esto le sumamos el fuerte peso económico de los profesionales vinculados a las TIC y el desarrollo de las empresas y corporaciones que se dedican a dicho rubro, podemos entender también el poder de una ideología que toma prestados ciertos elementos discursivos de la ética hacker y que los convierte en mantra.
Peor aún, cuando asumimos que vivimos en un nuevo estadío social/económico, donde hay brechas entre los países/regiones conectados y los países/regiones no conectados. La idea de una «sociedad de información» establece o genera marcas de incluidos versus excluidos, que ocultan dinámicas y flujos económicos, no siempre equitativos. Es cierto, sin embargo, que ha habido un desarrollo de las fuerzas productivas. Esto implica, a su vez (y no como efecto) un reajuste en las formas de organización de los trabajadores. Es lo que Castells ha venido llamando paradigma informacional o informacionalismo, que no es un cambio profundo de la sociedad capitalista, sino el cambio de ciertos axiomas o valores dentro de la misma.
Visto así, ¿es esencial la adopción y adaptación de las TIC en los distintos aspectos de la sociedad? Una primera respuesta, quizá obvia, podría ser sí. Es importante estar preparado. Es importante que los distintos actores puedan no solamente operar, sino crear (en el sentido transformador de la palabra) las tecnologías. ¿Y cómo evitar, entonces, la tentación del solucionismo?
Habiendo resuelto primero lo inevitable del escenario actual, el siguiente paso es tratar de identificar aquellos elementos emancipadores que se encuentran en esta cultura hacker y luego las distintas amenazas que pueden haber alrededor. En efecto, hay algo de liberador en una voluntad creadora, vinculada y heredera de la ética del artesano y la de las comunidades científicas; rompe con la voluntad acumuladora del oficinista recluido en su jaula de hierro (descrita por Max Weber) y más bien significa un retorno a la comunidad; un retorno despojado de misticismo y anclado en el método científico. No es un retorno a la comunidad previa a la modernidad; tampoco es una celebración del altruismo. Tanto en la cultura como en la práctica hackers hay una posibilidad social. Si la modernidad se caracteriza por la destrucción y renovación constante de todo lo estamental, la idea de una comunidad de experimentadores lleva esta idea a un paso superior.
Vamos entonces por los peligros. Son mucho más evidentes de lo que parece, pero es posible que los olvidemos o estemos un poco adormecidos. Cuando Tim Berners-Lee ideó la web (como una forma no solamente de organizar los documentos del CERN, sino como un sistema hipertextual para toda la humanidad y que planteaba resolver un problema, aparentemente irresolvible, como el de la organización de textos de modo jerárquico) abrió su código interno para que este pueda ser usado, literalmente, por todo el mundo, pudo haber previsto una resistencia por las corporaciones que controlaban los medios clásicos. Hoy en día, en el mundo de los dispositivos móviles y las aplicaciones, preferimos las tiendas de software (los app store) que nos resuelvan rápidamente ciertas necesidades. El poder se repliega y se rearticula. Ha cogido algunas banderas de la cultura hacker, les ha puesto un copyright y las ha devuelto al mercado bajo rótulos como web2.0, open software, etc. Y, claro, varios de los viejos artesanos del hardware y software se descolocan en dicha situación. Por eso, Richard Stallman termina siendo una especie de solitario predicador, que nos advierte todo el tiempo que el fin del mundo no está cerca, sino que ya llegó.
¿Qué hacer entonces? La propuesta, aunque suene «solucionista», es simple y compleja a la vez. Es, por un lado, regresar a la fuente (al código fuente, diría alguien). Observar a nuestro alrededor. Pensar en un problema. Ver qué tenemos a la mano y cómo podemos resolverlo, ya sea con una computadora o con latas de leche o cajas de cartón. Prototipar. Enseñar y compartir nuestra idea a nuestros amigos y preguntar qué opinan y qué cambiarían. Experimentar. Anotar los errores. Corregirlos. Y mientras ese loop de ensayo/error y compartir corre solo, estar atento. Así como la ética protestante y el origen del capitalismo implicó resistencia de los viejos poderes que veían cómo adaptarse a lo nuevo para no perder los privilegios, de igual modo en nuestra época hay poderes que ya están viendo cómo vender camisetas que tengan escrito «yo hacker», para que todos estén felices y contentos, pero que en realidad nada haya cambiado.
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