«Out on the ocean sailing away
I can hardly wait
To see you come of age
But I guess we’ll both just have to be patient
‘Cause it’s a long way to go
A hard row to hoe
Yes it’s a long way to go»
John Lennon
Pequeña, han pasado ya dos años. Dos hermosos y bellos años. Hay mucha literatura que indican que estas entrando, si es que no lo has hecho ya, a «los horribles dos». No son tan horribles. Digamos que ya has pasado tu primera fase, aquella donde vas cogiendo y entendiendo que tu principal arma en la vida es el lenguaje. Y te vas dando cuenta del poder que tiene. Cuando dices «no, papá» o «no, mamá», con ese carácter heredado de ambos, es no solamente una señal de desobediencia, sino es sobre todo de decir «esta soy yo». Claro, hay algunos «no» negociables (por ejemplo, cuando insistes en ponerte ese polo rosado frente al otro polo más lindo aún de color verde), otros no lo son (cuando te decimos que tomes tu remedio, lo sentimos mucho).
¿Es increíble, verdad? El primer año tu logro fue caminar y descubrir que podías ser autónoma. Que el mundo no era esa bidimensionalidad a la que no te acostumbrabas, cuando veías todo echada boca arriba. Levantar la cabeza fue primero, luego gatear, trepar y lanzarte, como lo haces siempre, hacia la nada.
El siguiente paso, en el que te encuentras ahora, es el apropiarte del lenguaje. A tu «no», se le suma ahora (en tu castellano particular) «¿qué estás haciendo?», «¿qué es eso?». El lenguaje, pequeño ser, es nuestra forma de relacionarnos con las personas, con el mundo. A lo largo de cientos de miles de años, el homo sapiens ha ido nombrando las cosas. Hay tanta historia social y natural detrás de tu «¿qué es esto?», que siempre me va a emocionar escucharlo. Nunca dejes de preguntártelo. Nunca dejes que nadie te prohíba hacerlo. Es la pregunta más increíble que hemos podido y tendremos jamás. Es lo que nos ha permitido hacer cosas que hasta hace no pocos años, alguien hubiera creído absurdo. Llegar a la luna, por ejemplo. ¿Qué es eso que brilla allá arriba? ¿Por qué no se cae? Y poco a poco hemos ido respondiendo todo eso y lo mejor, es que la pregunta aparece de nuevo. La curiosidad humana (además, tan patente de los primates) es, para decirlo de alguna forma, el mayor y mejor desarrollo de nuestra historia evolutiva.
Ay, hermosa. Y esos dos años a los que llegas son muy interesantes. Ya te has dado cuenta que observar y conversar van de la mano. Algunos consejos, de este par de padres que hemos cometido algunos errores.
El primero, sé paciente. Somos los padres más impacientes y, por ratos, impulsivos del mundo. El ser paciente es un aprendizaje mostro. La paciencia es una virtud envidiable. Tu papá, por lo menos, envidia a quienes son pacientes.
Otro, ya está escrito más arriba, el lenguaje. Es un arma formidable. Es lo mejor que tenemos. Aférrate a él. Juega con él. Domínalo.
También, pregunta. No dejes de preguntar. Tus padres siempre vamos a estar allí para responderlo todo. No dejes que nadie te prohíba preguntar «¿qué es esto?».
Por supuesto, no dejes de mandarte. Lánzate. Sé siempre esa piraña audaz que eres.
Eso. Creo que es todo. Fácil se nos escapa algo.
Qué paja este viaje cósmico. Recién comienza, pequeño ser. Amor de tus padres no te va a faltar jamás, no lo dudes. Vamos a tener un gran momento todos juntos.