Suelo respetar todas las reglas de tránsito. Cedo cada vez que puedo el paso a un peatón (seré conductor, pero mi conciencia de clase es la del pata que está caminando en la vereda). Es más, trato de ir siempre por mi carril, aunque eso signifique hacer una larga cola para, por ejemplo entrar o salir de la Vía Expresa.
Hoy fue igual, cuando de pronto un sujeto de una camioneta gris oscura 4×4 C1M 529 se me cruza violentamente, de derecha a izquierda, saliendo de ese grifo Primax y queriendo llegar al carril izquierdo de la avenida. Despotrico contra el sujeto que ni siquiera tiene un ademán de pedir disculpas y más bien grita desde dentro de su carro para que le dejen pasar. Despotrico y el sujeto de marras para su carro. El pata grita y despotrica. Le hago señal de que avance (además está perpendicular al tráfico en la Javier Prado, pero a este patán no le importa nada). Va al asiento del carro (diviso un asiento de bebé) y saca un bate de baseball. Le digo al pata que siga avanzando (éramos varios carros que queríamos avanzar).
¿Realmente me estaba amenazando? ¿Me iba a golpear el carro o la luna en medio de la Javier Prado? El pata hace un ademán de que he arrugado, se sube nuevamente a su 4×4 y se larga.
Claro, inseguridad ciudadana. Yo creo que el problema ahorita es otro totalmente. Vivimos ya no solamente desconfiados unos de otros (¿para qué llevar sino un bate de baseball?), sino a punto de estallar.
En algún momento determinado, pasado mañana, posiblemente nos vamos a matar (entre) todos.
[…] Violencia en las calles, por Roberto […]