Con la encíclica Laudato Si (Alabado Sea), el Vaticano no solamente se suma a la campaña internacional para enfrentar el cambio climático, sino, además se pone al frente. Detrás tiene los millones de fieles y católicos como base social, una masa de seguidores mucho más poderosa que la que puede ofrecer ningún colectivo o partido político de ninguna parte del mundo.
En principio, se trata de un texto potente, que recoge muchas de las opiniones científicas sobre las causas del cambio climático. En efecto, es un consenso que la elevación de las temperaturas en el mundo tiene un origen humano. Han habido otros momentos de cambio y elevación de temperaturas, pero lo que vivimos hoy en día está directamente relacionado al Homo Sapiens.
Es potente aún más porque la encíclica dirige su mirada a la división social de las actividades económicas en los países. En efecto, hay países donde las actividades industriales han aumentado exponencialmente, y eso ha ido de la mano de la explotación de los recursos naturales de otros países. Hay una deuda de los países que más capital han acumulado por sobre los que menos lo han hecho, plantea el documento. El problema, dice la encíclica, está en el consumo desmedido y en la industrialización.
¿Qué es lo que hay que cambiar, según el Vaticano? En primer lugar, nuestros hábitos de consumo y nuestra forma de vida; y en segundo lugar, plantear una nueva forma de relación entre los países industrializados y los países en vías de desarrollo.
Para los que creen que este es un documento dirigido solo a los católicos, se equivocan. Es una declaración política, como fueron políticas en su momento las acciones de Juan Pablo II contra los regímenes socialistas. Es un ejemplo de esto que muchos activistas, investigadores, movimientos de izquierda (y no necesariamente católicos) hayan recibido con los brazos abiertos el documento.
No todos lo han recibido bien. De hecho, de todo el documento hay un punto que ha despertado polémica y es el referido al crecimiento poblacional. Ya conocemos de antemano la posición del Vaticano al respecto y no vale la pena ahondar más. Sin embargo, es extraño que un documento que señala causas vinculadas al cambio climático se detenga en un tema en particular:
«En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario» (punto 50, los énfasis son míos).
No son líneas inocentes o que solamente respondan al conservadurismo del Vaticano. Meses antes, el Panel Internacional de la ONU sobre Cambio Climático, en su reporte del 2014, por primera vez reconocía que los dos factores causales de la elevación de las temperaturas son, en efecto las actividades económicas y también el crecimiento demográfico, especialmente en los países industrializados. El mismo reporte no coloca como una causa, pero sí como un factor clave de la vulnerabilidad el crecimiento poblacional en los países en vías de desarrollo (toda vez que la migración se realiza justo hacia zonas que son vulnerables).
No es poca cosa que un panel de expertos llegue a tal conclusión. Podemos discutir (como lo hace Juan Luis Dammert) enfoques o no, pero hay evidencia ahora suficiente como para afirmar o encontrar causalidades. Según la ONU, no solo es un tema de actividades económicas, sino que, en ciertas partes del mundo (allí justamente donde hay mayor acumulación de capital) hay también un crecimiento demográfico sostenido.
La encíclica, como vimos, tiene dos niveles de lectura. Una, técnica o académica, donde vamos a tener varias discusiones (sobre todo la referida a la variable poblacional como dependiente frente al cambio climático); vamos a discrepar, acusar unos a otros de todo, conservadores, neoconservadores, malthusianos, etc. Allí lo que valdrá es poner la evidencia sobre la mesa.
Sin embargo, a nivel político va a ser poco lo que se pueda hacer frente al aplastante poder del Vaticano y sus millones de fieles y seguidores en el mundo. Francisco en su encíclica se ha cuidado mucho de usar las palabras adecuadas para tratar de sacar un punto en la agenda sobre el Cambio Climático. Y, para los que gustan de contradicciones primarias y secundarias (donde justamente los derechos sexuales y reproductivos no son prioridad), esto cae y encaja perfectamente. Los activistas e intelectuales ambientalistas, católicos o no, estarán bastante felices con la llegada de este nuevo poderoso vocero. Los activistas e intelectuales pro derechos sexuales y reproductivos verán su agenda nuevamente opacada.
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