Existe una cultura de la violación instalada. Que se reproduce en la casa, en el barrio, en la esquina, en la cancha de fulbito, en el vestuario, en los camerinos, en las escuelas, las universidades, en los medios de comunicación, en los medios sociales como Facebook o Twitter, en el Whassap.
La cultura de la violación está en los centros de trabajo. Existe en el transporte público todos los días, cuando a algún hombre se le ocurre que tiene derecho a meterle mano a las niñas escolares. Existe en los foros no moderados de comentarios en las versiones digitales de los medios masivos de comunicación. Existe en los conciertos de rock, en el pogo, en la cumbia, en el reggaeton, en la salsa sensual y en las canciones de moda. Existe también la cultura de la violación en las películas, en las telenovelas, en las comedias, en las series de la HBO, en la poesía y en la narrativa. Existe en los comics y en los foros de gamers.
En algunos casos esa cultura de la violación es explícita y en otros lados es motivo de una risita, de un chiste, de un meme, que al final terminan normalizando la violencia sexual. La cultura de la violación también existe en los pasillos del Poder Legislativo, del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial, porque se alimenta de la impunidad, cuando un violador no va a la cárcel o el juez o el fiscal o el policía no toman en serio a la víctima y no son empáticos con ella o él.
La cultura de la violación está presente (y muy presente) en la Iglesia Católica y hasta ahora esperamos una respuesta convincente de su pastor máximo sobre cómo y por qué protege a violadores. La cultura de la violación se alimenta del fatalismo de ciertas religiones que creen que la violencia sexual es un accidente, una prueba del destino, algo que ocurre o pasa, pero que ese futuro hijo va a ser una bendición.
La cultura de la violación encuentra en la neutralidad de ciertos liberales la excusa perfecta para seguir reproduciéndose porque ellos defienden el derecho de los padres a educar en materia sexual y en género como ellos creen. La cultura de la violación no es patrimonio de la derecha y está presente en la izquierda desde hace décadas, sobre todo cuando varios «compañeros» dicen que hay contradicciones más importantes que la que hay detrás de la cultura de la violación.
La cultura de la violación encuentra en los conservadores que promueven frases como «con mis hijos no te metas» los aliados y cómplices perfectos. La cultura de la violación es patriarcal, misógina y machista. No es un tema de enfermos, depravados o locos. Es un tema de hombres que ejercen su poder sobre las mujeres.
La cultura de la violación debe terminar ya.
#PerúPaísDeVioladores
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