Hace dos semanas, en el marco de un evento dirigido a docentes organizado por la Municipalidad de Lima, me tocó hacer un taller sobre innovación, tecnologías y educación. La verdad, intenté resumir en una hora y media varios de los puntos que había ya hablado en otros lados. Enfaticé en mi exposición algunos puntos básicos:
No existen los nativos digitales.
Y sí, mucha de la literatura de divulgación y también varios expositores enfatizan este asunto. Hay nativos digitales frente a los cuales los docentes se encuentran a su merced y piedad. Y claro, como son nativos digitales, dicen esos expertos, hay que estar preparados. Por ejemplo, cómo los nativos digitales se aburren leyendo cuentos en un formato impreso (libro, fotocopia, etc.), mejor es que lo vean en un video que pueden buscar o conseguir en Youtube. Educación digital para chicos digitales desde nacimiento.
Caperucita Roja. Por Quentin Blake (ilustrador de la versión de Roald Dahl)
Por supuesto que discutimos esta premisa. ¿Por qué los chicos y chicas son ahora más hábiles para usar un smartphone frente a un adulto? ¿Eso los convierte automáticamente en nativos digitales? Y allí comenzamos a explorar las propias historias personales de los docentes, sus rutas de autoaprendizaje. Cuando les mostré una captura de imagen de una pantalla con el lenguaje Logo, varios docentes lo pudieron identificar con bastante facilidad. Varios, en efecto, habían aprendido a usarlo y lo aplicaron alguna vez, antes de que las modas terminaron desplazando dicho recurso pedagógico.
Por supuesto, un niño con poca exposición a los libros desde temprana edad pero con mayor exposición a los entornos gráficos de los smartphones van a terminar usándolos mucho más. ¿Eso les convierte en nativos digitales? ¿O simplemente es que son más dóciles para el uso de ciertas interfaces -además, diseñadas especialmente para ser usadas inclusive por niños de temprana edad?
¿Cómo estimular la lectura, el uso del “dispositivo” libro, el gusto por el pasar una página, por hacerse dueño o dueña de un libro como objeto, si es que el padre inculca una cultura de miedo? “No malogres el libro, no lo manches, mejor déjalo, ya lo doblaste, si sigues así nunca más te voy a dar un libro, no lo garabatees, mira, mejor toma el celular y juega con él”. Esto fue corroborado por los propios docentes, en su experiencia como padres y con padres de familia. Así, claro, tenemos una escena con “nativos digitales”, aburridos y con miedo a los libros.
No hay atajo a través del uso de las TIC.
Este fue otro punto polémico. Varios docentes del taller llegaron con la expectativa de hacer más divertida su clase a través del uso de las TIC. Parten, claro, de la premisa del nativo digital que justo discutíamos. No hay atajos. Las TIC no van a hacer que las clases sean más divertidas y que los alumnos aprendan lo que no aprenden de los libros. Y eso porque los libros hay que leerlos.
No hay atajo alguno, como lo señalaba Kentaro Toyama.
Caperucita Roja. Por Quentin Blake (ilustrador de la versión de Roald Dahl)
Una profesora aprovechó el punto para preguntar, ¿y qué pasa si queremos trabajar La Caperucita Roja? Ella generalmente lo que hacía era buscar videos en Youtube y pasarlo en el aula. Pero, ¿cuál es el punto que se está trabajando allí? ¿Qué tipos de competencias se están fortaleciendo?
La intención de la profesora es que los niños y niñas puedan entender la historia y luego discutirla. Si a sus alumnos les aburre leer, ¿por qué mejor no ver un video?
Pero hay varias cosas para conversar. Porque leer y ver un video son actividades distintas, que incluso tienen efectos cognitivos distintos. No quiere decir que una actividad sea mejor que otra, solamente que nuestros cerebros actúan de modo distinto. Retenemos cosas distintas.
¿Entonces cómo y para qué? Si las TIC no van a ser usadas como atajo y esto de hacer la clase más divertida tampoco funciona, ¿para qué las puedo usar?
Aprovechemos las TIC para crear experiencias amplificadas
Era obvio que había mucha ansiedad. Tanto buena parte de la literatura como los mensajes que se transmiten por distintos medios repiten lo mismo, que los alumnos tienen “otro paradigma”, que los profesores no tienen nada que enseñar, que deben transformar el aula.
Lamentablemente, esto no lo han traído las TIC. Las críticas a la idea de una docencia unidireccional, con alumnos que repiten el dictado, con los exámenes clásicos, son cosas que han sido discutidas y debatidas desde hace mucho. En ese momento del taller comenzamos a discutir algunas ideas de Freire y de Ilich. Ambos hablaban, en un mundo pre-internet, de una educación que transforme el entorno natural y social, y también de ser operadores de las herramientas mucho más que consumidores de cosas. El eco de esas ideas puede cruzarse con varios de los enfoques que los docentes habían escuchado: usen tal o cual aplicación para ser “más digitales”, entren a Youtube para “aprovechar las TIC”, etc.
Era claro que esos enfoques no incidían ni en el aprovechamiento de las TIC y tampoco en los aprendizajes. Mucho menos en los saberes previos de los propios docentes (se habla tanto de los saberes previos de los alumnos, pero nos olvidamos de los saberes de los profesores). Los alumnos y docentes eran actores pasivos frente al uso de ciertos dispositivos y sus interfaces.
Caperucita Roja. Por Quentin Blake (ilustrador de la versión de Roald Dahl)
Allí fue que, en base a los propios aprendizajes previos de los profesores, comenzamos a pensar en formas alternativas. Un profesor imaginó que los alumnos podían leer varias versiones de La Caperucita Roja y crear videos comentando cuál le parecía la mejor. Otra profesora imaginó que los alumnos pudieran crear en Scratch un videojuego sobre el cuento de la Caperucita Roja. Otra profesora pensó que se podía crear un multicuento, a modo de hipertexto: ¿y si la Caperucita Roja no le hacía caso al lobo? ¿qué sucedería? Un multicuento con varias opciones, donde el lector tome la decisión. Estábamos allí de acuerdo con que más que pensar en atajos (había que leer obligatoriamente el cuento), las TIC podían ser usadas para amplificar y seguir creando y produciendo.
Luego
Los docentes terminaron la sesión con un taller de autodiagnóstico. Interesante porque pudieron reconocerse en sus fortalezas y también en sus oportunidades. Así como es cierto que los alumnos aprenden mejor en comunidad, también los docentes se reconocen en sus logros y sus descubrimientos. El taller fue una buena oportunidad para hacerlo.
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