Portada de Brian Bolland para la versión deluxe de Whatever happened to the man of tomorrow.
Estos días se ha venido discutiendo sobre el papel de los intelectuales dentro de los (distintos) proyectos políticos. Siendo más específicos, sobre el papel de los intelectuales dentro de los proyectos políticos de izquierda.
Todavía delimitando más el debate, dentro del proyecto político de Ollanta Humala.
La discusión comenzó con distintos puntos de vista sobre la objetividad en las ciencias sociales, a partir de la publicación del libro de Nelson Manrique, Usted fue aprista (CLACSO, PUCP, 2009). Como no he leído el libro en cuestión, diré que la crítica de Martín Tanaka enfatizaba la necesidad de leer o interpretar al APRA desde una lectura comparativa con otros partidos populistas de la región. Una crítica hecha desde el campo académico. Mientras que la crítica de Toni Zapata fue tanto política como académica: Manrique habría caído en los lugares comunes de la izquierda al momento de revisar el actuar político de Haya de la Torre y no habría mucho que entender/rescatar de la historia del partido en actividad más longevo e importante del Perú (así no nos guste mucho la idea). Las preguntas sobre la objetividad, la rigurosidad, el empleo de métodos comparativos que permitan poner a prueba hipótesis de trabajo, son realmente importantes, válidas y necesarias dentro de un conjunto de disciplinas finalmente científicas.
Todo bien hasta ahí. Hasta que Manrique dijo: «Usted tiene ideología», y comenzaron los problemas.
A partir del comunicado de los intelectuales comprometidos con Humala, el debate se dio sobre el problema del cruce entre el campo académico y el campo político: ¿cómo debe desenvolverse un intelectual comprometido con un proyecto político? ¿debe mantener su estatus de investigador sobre el activismo, o el intelectual debe responder al movimiento? En un extremo, Carlos Meléndez, el Jorobado de/desde Notredame incluso señaló la muerte del intelectual comprometido. Tanaka sintetizó el debate y ofrece una buena selección de enlaces a las distintas posiciones.
El problema está en el lugar de enunciación de las opiniones. Es claro que Tanaka escribe desde el campo académico, que tiene sus propias reglas de juego, sus propios actores, y que además tiene un fin relativamente claro: el desvelamiento de la verdad. Además, un poco aplicando burdamente a Bourdieu (bonito e infeliz juego de palabras), existen sus formas de prestigio, de capital cultural, simbólico, etc. Por otro lado, Adrianzén y Lynch, desde el momento que apostaron por el proyecto de Humala (ni siquiera el del Partido Nacionalista, pero ese es otro debate), se ubicaron en el campo político, también con sus propias reglas de juego, actores en disputa, y con un fin también relativamente claro: el de la captura del poder.
Es complicado, cuando no infructuoso, medir las opiniones que se dan en dos campos distintos. Mientras que un concepto como «autoritarismo competitivo «puede ser cierto y eficaz en el debate académico, resulta insuficiente cuando se traslada al campo político, prefiriéndose el término «dictadura» que es mucho más comprensible dentro del juego político. Es por ello que discutir también si la relación del APRA y el fujimorismo es una «coincidencia programática» (concepto más académico, más preciso y quizá menos movilizador) o «pacto» (concepto más político, menos preciso pero mucho más movilizador).
Allí resulta que Lynch y Adrianzén tienen algo de razón cuando emplazan a Vergara y a Dargent sobre sus motivaciones políticas. Lynch y Adrianzén ya pasaron la línea gris que dividía a los dos campos y han sujetado su opinión como académicos para pasar al activismo (ver La democracia según Lynch y Adrianzén, de Eduardo Dargent, revista Argumentos, IEP, 2010), por lo que preguntar sobre la postura pro/anti sistema de Vergara y Dargent es válida, según su lugar de enunciación (y así se entendería su crítica). Por otro lado, Vergara y Dargent tienen razón cuando exigen (sobre los libros publicados por los primeros) rigurosidad en sus publicaciones académicas. Cada lado está criticando al otro desde su respectivo campo.
Sin embargo, no deja de haber cierto sinsabor en este debate intergeneracional. Uno esperaba algo más que consignas en las opiniones de Lynch y Adrianzén. Sobre todo cuando el comunicado que motivó que el debate continuara, partió del uso de la palabra intelectuales como cabecera de dicho texto. (Ojo, no todos quienes firman dicho comunicado son intelectuales o académicos. Hay también empresarios, activistas, comunicadores, etc.) ¿Hasta qué punto no se esperaba algo más de este grupo de investigadores? Esa era la pregunta.
También queda, por otro lado, una crítica generacional que comparto. Quizá quede mejor con una anécdota.
Hace algún tiempo, en un evento sobre heroicidad organizado por SUR, casa de estudios del socialismo, Javier Diez Canseco contaba (esperando, imagino, algún tipo de aplauso) que él aprendió marxismo con dos libros, porque no tuvo profesores de marxismo ni nada que se le parezca. Así, le preocupaba que las nuevas generaciones no estén, desde su punto de vista, despabiladas, despabiladas como su generación.
La respuesta desde el público no se dejó de esperar. Uno de nosotros levantó su mano y respondió «Mire, señor Diez Canseco, yo no sé como habrá sido en su época, pero aquí tomamos las cosas con más prudencia. A ninguno de nosotros no se nos va a ocurrir interpretar el Perú a partir de un par de libros».
Sí, los tiempos han cambiado.
Más:
– Tanto que hablan de comercio exterior (Mildemonios, Hans Rothgeisser)
– Intelectuales y política (Desde el tercer piso, José Alejandro Godoy)
– Antipositivismo y objetividad en las ciencias sociales (Asesinato en el margen, Stanislao Maldonado)
Perútags: intelectuales compromiso politica peru nicolas lynch alberto adrianzen martin tanaka eduardo dargent alberto vergara carlos melendez
Hola,
Creo que en esta parte: «Mientras que un concepto como autoritarismo competitivo puede ser cierto y eficaz en el debate académico, resulta insuficiente cuando se traslada al CAMPO ACADÉMICO, prefiriéndose el término dictadura que es mucho más comprensible dentro del juego político.»… querías poner CAMPO POLÍTICO (o algo así).
Respecto al debate en cuestión, considero que existe otra cosa que se debería aclarar: el concepto de DEMOCRACIA que manejan ambos lados. Porque otro de los temas que también ha salido, y que creo que ha causado más escozor, es la probable inconsecuencia de ciertos intelectuales de izquierda con un compromiso democrático al «apoyar» o «mostrar simpatía» por proyectos políticos plebiscitarios.
Saludos.
Gracias. Sí, hubo una confusión de términos. Ya lo corregí.
Sobre lo segundo. Nuevamente, una cosa es la discusión sobre la democracia dentro de la academia, otra dentro de la política. Algunas veces esos debates van de la mano, en otros no. Yo sí creo que estamos en ese primer momento, en el que no debería haber un desfase entre academia y política.
Si. Definitivamente dentro de la política la democracia se valora principalmente de acuerdo a los resultados, es decir, si brinda bienestar social. En cambio en la academia parece ser, y en verdad es, más efectivo considerar las definiciones mínimas, más relacionadas a los procedimientos: elecciones libres, competitivas, periódicas, etc. Pero yo iba más por el lado de aclarar que este último criterio corresponde más a la defensa del ámbito liberal de la democracia, concepto que creo ni Adrianzén ni Lynch explicitan que consideren necesario (además que no lo plantean bien de forma conceptual). Y es que la degeneración de valorar las democracias de acuerdo a resultados puede llegar a ser el considerar que todo régimen que trae «bienestar social» es una democracia, cuando esto se puede dar en autoritarismos o proto-autoritarismos, por llamar de algún modo a la postura que «representa» Ollanta Humala, que aún no se ha dado la chamba de desmentir efectivamente todo ese bagaje autoritario que demostró tener en las elecciones pasadas. Ahora, también es pertinente definir a qué me refiero con autoritarismo… básicamente, a las formas de gobierno que no respetan la legalidad del Estado, es decir, que no solo no respetan los derechos y libertades básicas, sino las instituciones que garantizan un control horizontal del poder.
He leído con atención el desarrollo de esta discusión siguiendo todos los enlaces que aparecen en el blog «DESDE EL TERCER PISO.» Por eso llegué has aquí.
El nivel de la discusión, con algunas excepciones, me parece lamentable.
Que a estas alturas de la Historia se esgrima la posibilidad de la existencia de intelectuales o académicos totalmente asépticos y ajenos por completo a los intereses de las clases sociales es una estupidez mayúscula.
No hay persona adulta y mentalmente sana que esté ajena al influjo de la lucha de clases.
La «ideología» no es más que el enmascaramiento de intereses de clase,
Naturalmente este proceso no es conciente para la inmensa mayoría de actores.
Cuando es conciente estamos ya no frente a la ideología sino a la apología.
Y resulta una imbecilidad pretender que por ser «académico», «sociólogo», «politólogo» y deemás, alguien podría estar ajeno al influjo de las clases sociales y sus contradicciones.
En ese sentido y a modo de ejemplo la autopretendida neutralidad e imparcialidad, ese hipotético estar por encima o debajo del Bien y del Mal, del señor Tanaka no resiste el menor análisis…. y ni que decir del tal Menéndez ó Meléndez que desde una abierta e inocultable posición pro neoliberal y cerrada defensa del establecimiento social (al punto que es articulista de CORREO ¿no?) pretende erigirse en base a sus «datos » , «encuestas», «estudios empíricos» en una suerte de sepulturero de generaciones de intelectuales que él identifica en su inocultable maniqueismo saturado de fobias con el «comunismo», «izquierdismo», «caviarismo», «socialismo», «progresismo» y categorías de estilo.
Lo de este fulano es apología químicamente pura, supuestamente oculta en un lenguaje que pretende emular a Beto Ortiz y a Jaime Bayli, pegándola de «chico malo» , del «rebelde sin causa de las CCSS y Políticas»
Este pintoresco científico social y cómico involuntario escribe en medio del debate sandeces de este calibre:
«Esa intelectualidad ha fracasado y debe ser superada por otra más fiel al trabajo empírico, al dato concreto, duela a quien duela. La objetividad, así entendida, sea quizás tan utópica como la revolución, pero le ha llegado su turno»
En otras palabras, para Menéndez, toda la intelectualidad peruana, presumiblemente posterior a los años 50 o 60 del siglo XX, debería retirase a los cuarteles de invierno y abrirle cancha al frivolón y criollazo datero metido a científico social …enfin así estamos..
Dicho esto y ya que hablamos de ideología no podemos dejar de mencionar la evidentísima filiación pequeño burguesa de gentes como las que firmaron el «Manifiesto de los Intelectuales» , sólo por tomar un ejemplo mencionaremos el caso del ex-ministro del gobierno neoliberal de Alejandro Toledo, Nicolás Lynch.
No descarto que este sociólogo pueda haber hecho en sus artículos o libros aportes valiosos para el conocimiento de tal o cual aspecto de la realidad peruana; pero su aupamiento a las filas de Humala no es otra cosa que la manifestación de un inocultable oportunismo y arribismo: se trata de gente que quiere «hacer política» como sea, siempre y cuando le permita «vivir de la política».
Eso resulta inocultable, en él y en la mayoría de «intelectuales pro Ollanta».
Aquí también ellos están expresando variantes de la ideología de la clase dominante:
el arribismo es una de sus expresiones: el pequeño burgués aspira a burgués.
Estimado Morsa: eso dependerá de qué libros leas. Si te aventuras por El Capital y de pasadita, empiezas a luchar con La Lógica de Hegel, puedes tener la seguridad que te vas a reir de las tonterías de Tanaka. Así que esa respuesta a Diez Canseco de apariencia contundente, sólo revela, la naturaleza de los libros que lee tan suficiente impugnador. Y diría más bien, empiecen por estos libros, boten la basura liberal y terminarán por entender lo que está escrito en la tumba de José Carlos Mariátegui: cito de memoria «Y allí están esperando impugnador los fundamentos de esos siete ensayos…». A qué fundamentos se referían estimado Morsa?. Sí, a esos, los fundamentos marxistas.
Saludos.
Samuel Morales
Samuel, ya me aventuré hace tiempo por El Capital. Me gustó más el 18 brumario… También tuve dos magníficos profesores en la universidad: Primero Raymundo Prado, en el pregrado, y luego Juan Abugattas en el postgrado.
Lo bacán de Mariátegui eran sus fundamentos heterodoxos. Un pie en Marx y el otro en Nietzsche. Max Weber diría también a kilómetros de distancia que esos dos autores eran/son fundamentales para las ciencias sociales.
Saludos.
Parece que el zurdaje nacional no se ha dado cuenta que sus «fundamentos marxistas» y su fraseología marxistoide sólo han servido para traer misera y terror al Perú y que sus «Ciencias Sociales» no han pasado de ser sólo un pretexto «científico» para sus -catastróficas- aventuras políticas.
Y después lloriquean cuando en las elecciones nadie vota por ellos y no pasan del 1%.
En realidad, se encuentran fundamentos marxistas también en la derecha. Que Althaus use, por ejemplo, la noción de «revolución», expresa una idea bastante marxista. Es un fundamento de las ciencias sociales, tanto como otros autores, Freud, Nietzsche, Weber, Parsons, etc. Lo otro, es de bastante ignorante. Saludos.
Jajaja!
Morsa, ¿podrías decirnos cuál es el aporte relevante de las CC.SS en las últimas décadas?.
Creo que el último libro valioso fue el ya clásico de Julio Cotler «Clases, Estado y Nación» de fines de los 70s, después de este libro; las «Ciencias Sociales» no han producido nada de relevancia, sólo folletines sesgados ideológicamente hacia la izquierda.
El último debate entre los «intelectuales comprometidos» (comprometidos con la izquierda, la cual se apresta a lanzarse a su último salto al vacío: montarse en el proyecto Humalista) y profesionales más serios (y más jóvenes, los cuáles buscan darle a las «CC.SS» un caríz más científico y objetivo) ha evidenciado que el sectarismo de la izquierda está más vigente que nunca: no aceptan sus horrores y errores del pasado, no asumen ninguna responsabilidad , continuan despreciando a la democracia y contuan escribiendo textos hiper-ideologizados para justificar sus aventuras políticas.
Es irónico, Alfredo, que cites un libro donde la tesis principal sea que el Perú está organizado de manera corporativa y donde la discriminación étnica han estado presentes desde la colonia hasta nuestros días.
Te cito algunos libros, para mi relevantes, importantes, en las ciencias sociales de los últimos años:
– Limpias y modernas, de María Emma Manarelli
– Buscando un inca, de Alberto Flores Galindo (hey! hasta Mario Vargas Llosa le tira flores en su libro la Utopía Arcaica!)
– Espejismos de la democracia, de Martín Tanaka (si hay un libro que marca un quiebre con Cotler, este es uno de ellos). Está online, si lo deseas leer http://www.iep.org.pe/docs.php?id=0207
– Desencuentros con la escritura: escuela y comunidad en los Andes peruanos, de Virginia Zavala
En fin, es un paneo rápido de libros desde las ciencias sociales que considero importantes y que no son folletines ideológicos. Dales una mirada, leer no duele. Saludos.