Hay dos tipos de sentidos comunes en la discusión sobre educación y tecnología. La primera, la más imperante, la que se escucha atada a las palabras “innovación”, “disrupción”, es aquella en la que la tecnología aparece como la varita mágica que solucionará los problemas todos. Es el principio de proyectos como Hole in the Wall, impulsado por Sugata Mitra.
Literalmente, huecos en la pared, rellenos de computadoras.
¡No se necesitan profesores! En fin, el sueño de una sociedad donde los estados puedan ahorrarse el sueldo de tantos miles de docentes (nadie habla, por supuesto, del costo operativo de mantenimiento de tantas computadoras).
Justo sobre el tema, hace unos días ha aparecido un texto titulado “Repensar la tecnología en la educación”. Parte de la revisión de tres casos (Costa Rica, Perú y Chile). Los dos primeros, casos no exitosos (para no llamarles fracasos) y más bien interesante el último, donde el foco estuvo en la estrategia y no en la tecnología (sic). La conclusión del texto fue:
“The findings of these rigorous studies of technology in the U.S. and Latin America lead to a conclusion that there is nothing magic about technology. Applications of technology can work if the underlying approach is sound. Perhaps it is best to consider which non-technology approaches are proven or likely to increase learning, and only then imagine how technology could make effective methods easier, less expensive, more motivating, or more instructionally effective. As an analogy, great audio technology can make a concert more pleasant or audible, but the whole experience still depends on great composition and great performances. Perhaps technology in education should be thought of in a similar enabling way, rather than as the core of innovation.” (Rethinking technology in education, Robert Slavin).
Es evidencia para tomar decisiones. No dudo que el caso chileno haya funcionado. Pero, más bien, la conclusión me hace dudar. Asume que hay una dicotomía entre las soluciones tecnológicas y las no-tecnológicas. Esto abre la puerta a lo que llamo el segundo tipo de sentido común.
En la metáfora de Slavin, el éxito depende de la composición (la estrategia) y de las performances (los ejecutantes, los profesores). Slavin olvida que los ejecutantes se hacen en la práctica de sus propias tecnologías. Este es un segundo sentido común. Los profesores son no-tecnológicos. Sus saberes, sus herramientas no son tecnologías.
El problema de este sentido común olvida o subalterniza que los docentes se hacen a través del uso de herramientas y la adopción de determinadas tecnologías. El mismo espacio donde ocurren las experiencias de enseñanza y aprendizaje son espacio que han ido evolucionando (1). Las pizarras y el uso de la tiza, nos parecen ahora como “no tecnología”, pero no siempre estuvieron en la escuela (2). Desde inicios del siglo XIX, esta tecnología, esta forma de proceder, de usar una superficie especial donde la tiza se desliza y donde se pueden dejar marcas y que puede ser reutilizada, se difundió rápidamente en todas las escuelas y hacia mediados del siglo XX la pizarra, la mota y la tiza se volvieron un sinónimo de educación.
Siguiendo con la metáfora de Slavin, la performance del profesor ya viene configurada por su propio uso y apropiación de tecnologías que tienen apenas doscientos años. No hay un humano no-tecnológico, así como tampoco, como vimos inicialmente hay una computadora no-humana (en el sentido de ajena a los procesos humanos que la han diseñado, construido, configurado).
Tenemos, entonces que alejarnos de ambos sentidos comunes que en cierto modo comparten la misma dicotomía irresuelta: tecnología vs sociedad. Si en el análisis o diagnóstico encontramos que no existe tal dicotomía, y más bien que se tratan de procesos híbridos, donde ambos (tecnología y sociedad) están en constante retroalimentación hasta el punto que es difícil separarlos (incluso operativamente), también la solución debería ser tecno-social: ejecutantes (los docentes) que están inmersos o sumergidos ellos mismos en procesos de formación tecnológica, que están constantemente bombardeados desde distintos lugares (el estado, el mercado) por mensajes que les dicen que ellos son parte de cierta obsolescencia ¿programada?, y que a su vez son los únicos que pueden ofrecer alguna salida o pistas de salida para el aprovechamiento de lo que el mercado ofrece. Parte de la solución quizá está en entender qué es lo que entienden y usan los distintos actores (docentes, estudiantes, comunidad educativa), antes que irse por uno u otro extremo de la dicotomía educación-tecnología.
Y eso es algo que no se viene haciendo, al menos no en la literatura existente, muy proclive a hacer pruebas controladas y estandarizadas sobre impacto cuantitativo en el uso de ciertos dispositivos (como las laptops educativas, hoy las tabletas) en ciertos indicadores de comprensión lectora y matemática. No es que no sirvan esos números, pero si la conclusión termina reproduciendo la dicotomía docentes vs tecnología, entonces hay un fallo que viene desde el propio marco teórico de estos análisis.
Como alguna vez escuché en una conferencia en Ecuador, el proceso de despliegue de estos equipos, como las laptop educativas, las tablets, etc., va a ser indetenible. El problema no es parar esos procesos (trabajo inútil, una guerra perdida de antemano), sino cómo fortalecemos a los distintos actores para que no se vean arrastrados por esa vorágine.
(1) Recomiendo encarecidamente el reciente libro The Design Of Childhood: How The Material World Shapes Independent Kids de Alexandra Lange (2018). Se puede leer una entrevista y un extracto del libro en NPR. La tesis central es que el mundo material (los juguetes, los espacios de juego domésticos, el aula y el colegio, y los espacios públicos) incide en la cultura de los niños en su proceso de formación como ciudadanos y ciudadanas.
(2) Se atribuye la invención de la pizarra escolar al escocés James Pillan y al norteamericano George Baron. Ver Robert S. Day (1967) The Original Teaching Machine — The Blackboard, The Educational Forum, 31:2, 195–201, DOI: 10.1080/00131726709338041. Hay una cita referida a los orígenes de la educación militar, donde se señala una fecha, 1801, en la que “Professor Baron fur-nished me with a copy of Hutton’s Mathe matics and gave me a specimen of his mode of teaching at the blackboard.”
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